lunes, 17 de octubre de 2016

Discriminación en México


En la historia del hombre siempre se han observado formaciones de grupos según su raza, su nación, sus intereses políticos, como una forma de encontrar una identidad. El problema planteado en este trabajo es como se  manejan las minorías, dentro de la sociedad y del consultorio en particular. ¿Es posible encontrar los mismos problemas que presenta una sociedad dentro del consultorio? ¿Cómo se forman grupos dentro de una sociedad? ¿Y que sentimientos despierta el pertenecer o no a uno de estos? Se explicarán tanto las reacciones del analista hacia su analizado como las reacciones del analizando hacia el analista y como estas pueden truncar o favorecer el tratamiento.

 La dinámica de la sociedad inevitablemente se mostrará en la dinámica intrapsiquica, en las interacciones interpersonales, dentro y fuera del consultorio clínico. Por lo que se tiene que tomar en cuenta el mundo social para  predisponer al análisis a tomar en cuenta algunos patrones de discriminación, racistas y clasistas en la sociedad.

Empezando por la sociedad, el hombre tiende a construir grupos, grupos religiosos o de nación, esto para manejar las diferencias y las similitudes. Grupos raciales, basados en características físicas, basados en quienes “son como yo “ y quienes son “diferentes a mi”, esto da seguridad, seguridad de estar dentro de lo familiar y lo conocido. Foucault (1980) argumentaba que dentro de la sociedad toda dicotomía establece una jerarquía. Desde este punto de vista, establecemos dicotomías de raza y genero, poniendo categorías unas arriba de otras con el propósito de dominar y controlar. En varios experimentos psicológicos, se observa como el tener una figura de autoridad propicia la violencia sobre aquel que tiene una jerarquía más baja.   (The Stanford Prison Experiment 1970).
Así el tomar un rol de autoridad y de jerarquias puede aumentar el sadismo. “la ley del más fuerte”.

Erikson (1950) propone que una parte importante de la formación de la identidad es la identificación con su propio grupo y la exclusión de los demás grupos. El color de la piel es un símbolo concreto de la diferencia racial. Ser parte de una minoría representaría entonces identificarse con aquellos que son rechazados y aislados, lo cual desencadena un sentimiento de tristeza y de no sentirse perteneciente a ningún lugar. Así una persona que crece en un ambiente de segregación y discriminación podrá presentar en un futuro, baja autoestima, apatía, desconfianza, problemas en el manejo de la agresión y orientación al placer inmediato (Leary, 1995).


Los humanos hemos crecido entre el amor y el odio, introyectando dichos afectos, luchamos por mantener las relaciones amorosas tratando de deshacernos de todo lo destructivo dentro de nosotros proyectándolo en los demás.
El mestizo proyecta en el negro o el indígena todo lo “malo” , la explotación, la criminalidad, el dolor y los impulsos tanto sexuales como agresivos. A su vez los negros e indígenas pueden identificarse con lo proyectado, esto es lo que llamamos racismo. “nombrar una diferencia no es solo nombrar una identidad, si no también crearla.” Dalal

El hombre tiende a perseguir cuando es poderoso y a proyectar cuando es vulnerable. Y el racismo es ser el objeto de proyecciones y atribuciones toxicas, por lo que de alguna forma la discriminación  se dará más entre minorías, ya que se sienten más vulnerables.


Hay al menos tres formas de pensar la discriminación: White, K (2002)
-       el ser rechazado: ser el objeto de proyecciones negativas y atribuciones destructivas
-       rechazar el Self: internalizar lo destructivo, las proyecciones y atribuciones destructivas resultando así el propio self rechazado
-       Rechazar al otro: re-externalizar las proyecciones malignas y ver al objeto con extrema hostilidad, lo que podría llevar a la violencia y la destrucción del otro.

Es importante hacer consciente al paciente sobre estas proyecciones como una forma de poderlas sobre llevar.

Un terapeuta que no ha trabajado lo suficiente sus propias proyecciones de aspectos negados de su personalidad como puede ser la mezcla de sus orígenes o sus nucleos homosexuales, mostrará su rechazo ante pacientes con estas características. Por lo que puede caer en actuaciones de tipo sádicas, como olvidos, interpretaciones violentas, postura rigida etc.

Viéndose a si mismo a través de los ojos del paciente, el terapeuta puede tener la fantasía de haber perpetrado dichos crímenes. Inconscientemente, esta situación puede evocar el sadismo del analista y el miedo a la retaliación. Así el terapeuta puede reaccionar tratando de reparar al paciente, disminuyendo honorarios, alargando el tiempo de sesión, siendo extremadamente cuidadoso con las interpretaciones, pues sabe que su paciente y los que lo rodean ha sufrido actos discriminatorios por parte de la sociedad.

 Otro sentimiento que nos lleva a actuar es la culpa por ser envidiado. En estos casos los honorarios pueden convertirse en un problema también, ya que cuando la persona no este pagando, uno como analista puede llegar a sentirse culpable al cobrarlos, por ser el paciente el que está en una situación “minoritaria”. Y el paciente puede llegar a sentirse abusado, al pagar las sesiones a las que no asiste, pues supone al terapeuta en una posición “privilegiada” sobre la suya.

La imagen denigrada que el paciente puede tener sobre el mismo, muchas veces harán que el terapeuta sienta la necesidad de actuar o experimente esta sensación de ser devaluado a su vez por el paciente.

Es importante estar pendientes de la contratransferencia que pueden despertar en nosotros pacientes que consideramos en condiciones “desventajosas”  para poderlo poner en palabras, pues es probable que él esté sintiendo lo mismo.
El paciente puede estar buscando la desaprobación y el enojo del terapeuta al igual que busca su aceptación y su comprensión. Y el terapeuta puede estar sintiendo vergüenza frente al paciente ya que el representa el “grupo social” al cual el paciente no puede entrar “los blancos, privilegiados”, por lo tanto es el que lo rechaza y lo discrimina. Si esto se pone en palabra, si en nombrado deja de ser un elemento aislado que trunca el tratamiento.

Si no podemos comprender el daño que se ha hecho en la historia del hombre no podemos trabajar constructivamente con una persona perteneciente a otro grupo racial distinto al nuestro, ya que nos abstendremos de interpretar por miedo a dañar, o incluso negar la diferencia de color. Cierra la puerta para hablar del racismo existente y su impacto en la vida del paciente, no se trata de sentirse culpable o pedir disculpas, o incluso querer reparar, se trata de poderlo analizar e interpretar. Griffith (1977) y Franklin (1990) recomiendan que el terapeuta explore como se siente el paciente en cuanto a trabajar con un terapeuta con características distintas a las suyas.

Karoo y Vandenbos (1981) sostienen que habrá una resistencia por parte del paciente con “la cara blanca” del terapeuta, lo cual despierta enojo ya que el ha sido herido por personas con estas caracteristicas, siendo victima de la discriminación. El terapeuta debe esperar esto y hacerlo explicito, aclarar que espera que el paciente este enojado con el por tener una cara blanca, y que eso es entendible, dado el dolor innecesario al cual el paciente ha sido expuesto por ser negro o indígena.

Piderhuges (1973) señaló ciertas resistencias más típicamente encontradas en psicoterapia con pacientes negros que con pacientes blancos. Estos incluyan la negación de problemas, sentimientos paranoides, silencio, reclamos de ser victimas pasivas, tardanza en los horarios y los honorarios, cancelaciones y terminación prematura del tratamiento. Aunque esto se puede atribuir al hecho de no ser de la misma raza que el analista, el paciente siempre se sentirá más cómodo si se siente identificado de alguna forma con su analista.

De alguna forma el psicoanálisis se olvida de la pobreza, la opresión y la discriminación, está reservado para unos cuantos, es un privilegio. Creo que hay un punto ciego en este sentido, ya que hay un mínimo a pagar por consulta, y ésta tarifa es muchas veces inalcanzable para los habitantes de esta gran ciudad. Con la existencia de una clínica, en la cual los honorarios a pagar son bajos, esta oportunidad se abre, pero queda el riesgo de que el paciente no se sienta lo suficientemente valioso ya que no puede pagar lo que el análisis realmente vale, lo cual hace surgir una vez mas el sentimiento de ser la clase no privilegiada, la clase oprimida. Ligando así el valor personal, con los privilegios y con el dinero.



De cierta forma lo más importante dentro de un tratamiento donde difieren las razas son los atributos y actitudes del terapeuta como la empatía, el ser genuino, la aceptación incondicional pero sobre todo la interpretación.



Referencias Bibliográficas:

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- Altman, N. (2004). History Repeat Itself in Transference: Countertransference.  Psychoanalytic Dialogues   14: (6) 807-815

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- Gump, J. P. (2000). A White Therapist, an African American Patient—Shame in the Therapeutic Dyad: Commentary on Paper by Neil Altman. Psychoanalytic Dialogues  10: 619-632

- Tang, N. M. and Gardner, J. (1999). Race, Culture, and Psychotherapy: Transference to Minority Therapists. Psychoanalytic Quarterly  68: 1-20

- White, K. P. (2002). Surviving Hating and Being Hated: Some Personal Thoughts About Racism from a Psychoanalytic Perspective. Contemporary Psychoanalysis  38: 401-422












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